sábado, 24 de abril de 2010
Arys L. Rodríguez Andino / Primera Hora
El mandamiento, más que bíblico, humanista de hacer el bien sin mirar a quién es una instrucción que decenas de instituciones sin fines de lucro siguen al pie de la letra, pero los obstáculos que enfrentan para cumplir con su propósito social las ponen a prueba en cada paso que dan.
El director ejecutivo de Iniciativa Comunitaria (IC), José Vargas Vidot, por ejemplo, a veces ha sentido que el mayor impedimento que enfrenta es, irónicamente, cuando ha querido hacer cosas gratis. “A veces yo digo que hacer el bien es una locura y me pongo a pensar en que es más fácil que una persona ponga un cabaret”, señaló el médico que trabaja directamente con la población de deambulantes y usuarios de drogas.
Como ejemplo de los múltiples inconvenientes que vive para ofrecer los servicios, explicó que hace más de un año la entidad intenta ponerle techo al patio donde sirve comida. “Ese proyecto se ha atrasado de tal forma que el edificio que está en la esquina se construyó más fácil y más rápido y empezamos al mismo tiempo. Renovamos el permiso de ARPE cada centímetro que se cambia. Cada vez que me asomaba a la ventana, el edificio crecía y yo no tenía ni una tabla”, explicó para ilustrar los escollos de la burocracia.
La ausencia del concepto de responsabilidad social también complica la labor de las entidades sin fines de lucro porque no existen acuerdos de colaboración a perpetuidad.
“En Puerto Rico es mucho más fácil levantar estructuras de vivienda que levantar el edificio humano”, analizó Vargas Vidot, quien, no obstante, abraza la posibilidad de hacer el bien porque es una forma “de alimentar el alma”.
Para la directora ejecutiva de Matria, Amárilis Pagán, la visión equivocada de que las instituciones sin fines de lucro no necesitan dinero para operar pone de manifiesto el menosprecio a los profesionales que trabajan en este tipo de organización.
“El Gobierno y otras entidades que dan fondos operan desde una mentalidad bien estrecha en cuanto al dinero. Se piensa que la persona que trabaja en entidades sin fines de lucro merece un salario menor”, indicó la licenciada.
Aunque Pagán no tiene duda de que es el Gobierno el principal responsable de garantizar los derechos humanos, “no podemos sentarnos a esperar que dé dinero para esto”. Por eso y porque en la entidad buscan lograr que mujeres víctimas de violencia doméstica logren independencia económica, ahora se mueven hacia el empresarismo social para mantenerse ideológicamente independientes de cualquier gobierno de turno.
Sin ataduras religiosas, Pagán no puede separar el amor al prójimo como la razón principal para trabajar con un sector que necesita una atención particular. “Este trabajo no se puede hacer si no hay un componente de amor. A nivel personal, mi conciencia no estaría tranquila si yo me fuera a montar una oficina de abogada”, reflexionó.
En el caso de las hermanas Glenda, Blanca y Sonia, aunque reconocen que la burocracia atrasa mucho, sobre todo los pagos, se sienten bendecidas de poder mantener su misión en San Agustín del Coquí. El hecho de ser monjas y no devengar salario les permite tener unas finanzas más estables.
“Nosotras tres no cobramos sueldo, las facilidades las operamos desde nuestra propia residencia y usamos unos carros ya de mucho tiempo que no deben”, comentó la hermana Glenda, una de las tres religiosas que mantiene en las montañas de Aguas Buenas un proyecto para trabajar con niños y niñas víctimas de maltrato y con sus padres biológicos o adoptivos.
El mandamiento, más que bíblico, humanista de hacer el bien sin mirar a quién es una instrucción que decenas de instituciones sin fines de lucro siguen al pie de la letra, pero los obstáculos que enfrentan para cumplir con su propósito social las ponen a prueba en cada paso que dan.
El director ejecutivo de Iniciativa Comunitaria (IC), José Vargas Vidot, por ejemplo, a veces ha sentido que el mayor impedimento que enfrenta es, irónicamente, cuando ha querido hacer cosas gratis. “A veces yo digo que hacer el bien es una locura y me pongo a pensar en que es más fácil que una persona ponga un cabaret”, señaló el médico que trabaja directamente con la población de deambulantes y usuarios de drogas.
Como ejemplo de los múltiples inconvenientes que vive para ofrecer los servicios, explicó que hace más de un año la entidad intenta ponerle techo al patio donde sirve comida. “Ese proyecto se ha atrasado de tal forma que el edificio que está en la esquina se construyó más fácil y más rápido y empezamos al mismo tiempo. Renovamos el permiso de ARPE cada centímetro que se cambia. Cada vez que me asomaba a la ventana, el edificio crecía y yo no tenía ni una tabla”, explicó para ilustrar los escollos de la burocracia.
La ausencia del concepto de responsabilidad social también complica la labor de las entidades sin fines de lucro porque no existen acuerdos de colaboración a perpetuidad.
“En Puerto Rico es mucho más fácil levantar estructuras de vivienda que levantar el edificio humano”, analizó Vargas Vidot, quien, no obstante, abraza la posibilidad de hacer el bien porque es una forma “de alimentar el alma”.
Para la directora ejecutiva de Matria, Amárilis Pagán, la visión equivocada de que las instituciones sin fines de lucro no necesitan dinero para operar pone de manifiesto el menosprecio a los profesionales que trabajan en este tipo de organización.
“El Gobierno y otras entidades que dan fondos operan desde una mentalidad bien estrecha en cuanto al dinero. Se piensa que la persona que trabaja en entidades sin fines de lucro merece un salario menor”, indicó la licenciada.
Aunque Pagán no tiene duda de que es el Gobierno el principal responsable de garantizar los derechos humanos, “no podemos sentarnos a esperar que dé dinero para esto”. Por eso y porque en la entidad buscan lograr que mujeres víctimas de violencia doméstica logren independencia económica, ahora se mueven hacia el empresarismo social para mantenerse ideológicamente independientes de cualquier gobierno de turno.
Sin ataduras religiosas, Pagán no puede separar el amor al prójimo como la razón principal para trabajar con un sector que necesita una atención particular. “Este trabajo no se puede hacer si no hay un componente de amor. A nivel personal, mi conciencia no estaría tranquila si yo me fuera a montar una oficina de abogada”, reflexionó.
En el caso de las hermanas Glenda, Blanca y Sonia, aunque reconocen que la burocracia atrasa mucho, sobre todo los pagos, se sienten bendecidas de poder mantener su misión en San Agustín del Coquí. El hecho de ser monjas y no devengar salario les permite tener unas finanzas más estables.
“Nosotras tres no cobramos sueldo, las facilidades las operamos desde nuestra propia residencia y usamos unos carros ya de mucho tiempo que no deben”, comentó la hermana Glenda, una de las tres religiosas que mantiene en las montañas de Aguas Buenas un proyecto para trabajar con niños y niñas víctimas de maltrato y con sus padres biológicos o adoptivos.
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