26 de agosto de 2008

Limpia de una vida de maltrato


Reportaje en Primera Hora/ 26 de agosto de 2008
Por: Arys L. Rodríguez Andino
Foto: David Villafañe

A los cuatro meses de haberse casado, Ramonita Cotto ya sabía lo que era el puño de su marido. Durante 17 años su tiempo no fue suyo, era de su esposo. Ahora ella no solamente controla su reloj, sino su compañía.
Con un micropréstamo de $1,500 que obtuvo a través de la organización Matria, la mujer de 38 años empezó Ejecutivas de la Limpieza, una empresa que se dedica al aseo de casas y oficinas y que le ha devuelto a Ramonita la fe en sus capacidades.
Como tenía experiencia en la limpieza de hogares, la sobreviviente de violencia doméstica pensó que sería un área en la que se sentiría cómoda. Y no se equivocó. Agarró los chavos, estiró el peso, compró su primer equipo de aseo, reclutó a cinco muchachas y repartió hojas de promoción.
Para hacerse de sus primeros clientes se comunicó con personas a quienes les había limpiado las casas y estableció los estándares de calidad que había aprendido en otra compañía, más añadió los suyos.
“Corregí en la mía (su compañía) lo que veía mal en la otra”, dijo Ramonita, quien tiene claro que es mejor tener 30 clientes de $60 que cuatro de $100.
“Las quejas de mis clientes y de mis empleadas son igual de importantes”, dijo la mujer, a quien no le gusta atar a los clientes a un contrato. “Es abierto para mí como empresaria y para ellos como clientes”, manifestó, y destacó que eso le da la flexibilidad de cancelar el acuerdo “si la paz de una de las muchachas está en juego” .
Estricta con la calidad del trabajo, Ramonita es de las que se tiran debajo de la cama y revisan “las orillitas de las puertas de los clósets”. Y es que su trabajo está garantizado.
“Los clientes se aseguran de que la casa quede limpia porque les garantizamos que si queda algo sucio volvemos sin cobrarle”, manifestó.
Consciente del estigma negativo y del poco valor que se le puede llegar a dar al trabajo doméstico, Ramonita destacó que es una labor como cualquier otra. “Es un trabajo que le hace el trabajo a otra persona que no tiene el tiempo para hacerlo. Es bien rico llegar a la casa y encontrarla limpia”, observó.
De la misma manera en que ha recibido ayuda, así la ha reciprocado hacia otras mujeres. A las empleadas que no tienen medio de transportación, las lleva hasta las residencias que tienen que limpiar, aunque en un futuro espera que la compañía tenga su propio vehículo.
Para desarrollar la capacidad de liderazgo, Ramonita les pide a sus empleadas que se supervisen entre ellas mismas. “La que pasa mapo vela a la que hace el trabajo seco”, explicó, al tiempo que aclaró que, aunque ahora se dedica más a la supervisión, en ocasiones se quita los tacos, se pone la camiseta y empieza a limpiar.
Aunque las heridas de sus años en una relación de violencia no se borran, Ramonita está feliz de la vida que lleva y del esposo que tiene ahora, un hombre que la respalda y habla orgulloso de su “esposa empresaria”. Contrario al primero, que la monitoreaba por teléfono y la ponía nerviosa con tantas llamadas, con el de ahora está “disfrutando la juventud”.
Ahora está tan feliz que ni le importó cuando el ex esposo dijo, al verla en el periódico como nueva empresaria, que las “bofetás” le habían “venido bien”.
Su vida, al igual que las casas que están a su cargo, tiene un antes y un después. Y eso a ella le encanta.

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