15 de agosto de 2007

(Des)igualdad y violencia

Como organización que defiende el derecho a la vida de las mujeres, no podemos guardar silencio ante los continuos casos de violencia ejercida desde la propia Policía de Puerto Rico. En otras ocasiones hemos levantado nuestra voz ante incidentes de violencia doméstica protagonizados por policías y hoy lo hacemos ante las muertes de ciudadanos a manos de quienes se supone que nos protejan.

La reciente muerte de Miguel Cáceres estremeció a nuestro país, pero más allá de ese estremecimiento inicial es importante entender el contexto en el cual este tipo de incidente ocurre. Es lamentable que un padre de familia pierda la vida de manera tan violenta, pero más lamentable aún es la tolerancia que hemos tenido como colectivo ante estas situaciones. La pregunta es por qué lo hemos tolerado y por qué olvidamos tan pronto un asunto tan grave. Quizás por lo efímero que resulta todo tema en la prensa, quizás porque tenemos prejuicios enraizados en nuestra forma de ver la vida y llegamos a presumir, a base de esos prejuicios, que estas cosas sólo le ocurren a los pobres o a quienes se lo buscan. Sin embargo, hay principios humanos y éticos que nos obligan a pensar lo contrario. No hay acción, condición social o económica, género o ideas que justifiquen la perpetración de un acto violento que lesione la integridad física y emocional de otro ser humano. La vida es un derecho. Vivirla en paz y seguridad también.

Como puertorriqueñas, hacemos un llamado para que cada persona de este país evalúe su propia conducta y evite perpetuar el prejuicio, el discrimen y la violencia. También hacemos un llamado para que aprendamos a convivir con las comunidades excluidas, con la gente pobre, con los jóvenes que necesitan una mano amiga para encontrar su camino, con todo aquél que es diferente a nosotras pero aún así es tan igual, tan humano y tan merecedor de la vida y la felicidad como nosotras mismas. Basta ya de promover el aislamiento, el juicio rígido de la diversidad, el odio racionalizado y disfrazado de buenas intenciones. La violencia de la Policía es en cierto modo un reflejo de nuestras rupturas y desavenencias internas como nación. Sanémoslas.

Aunque en esta ocasión el gobierno, a través de sus agencias, ha procesado a los policías involucrados, tenemos que estar alertas y exigir que se tomen medidas de prevención. No basta con que se castigue al policía asesino. Hay que evitar que otros repitan la conducta. Hay que garantizar la seguridad y bienestar de todo ser humano que habite esta bendita y amada tierra.