Comentario de Lcda. Amárilis Pagán Jiménez
Radio Universidad de Puerto Rico
18 de junio de 2008
Hace once años, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advirtió en su informe anual sobre desarrollo humano- y cito- que "si no se introduce la dimensión de género en el desarrollo, se pone en peligro el propio desarrollo. Y si las estrategias encaminadas a reducir la pobreza no potencian a las mujeres, no lograrán beneficiar a toda la sociedad".
Tan reciente como esta semana, la pobreza de las jefas de familia puertorriqueñas volvió a ser noticia. No una noticia nueva, sino una que nos recuerda que aún tenemos mucho trabajo que hacer como país para garantizar la equidad de estas ciudadanas y de sus familias. Buscar las causas de la pobreza a la ligera, mirando meras estadísticas- que por cierto no son confiables- y decir que con una resolución legislativa se encontrarán sus causas es un ejercicio superficial. No hay que investigar demasiado para saber que más de un millón de mujeres de la Isla en edades productivas están fuera del mercado laboral remunerado. Sobre un 60% de las familias lideradas por mujeres viven bajo los niveles de pobreza. El reto real, si de verdad se quiere erradicar la pobreza en el país, es transversalizar la perspectiva de género a la hora de pensar en medidas de desarrollo económico y social.
En julio de 1997 el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC) definió el concepto de la tranversalización de la perspectiva de género como el proceso de valorar las implicaciones que tiene para los hombres y para las mujeres cualquier acción que se planifique, ya se trate de legislación, políticas o programas, en todas las áreas y en todos los niveles de manera que las mujeres y los hombres puedan beneficiarse de ellos igualmente y no se perpetúe la desigualdad. Si se tiene como objetivo final la igualdad de géneros, muy probablemente se logrará erradicar la pobreza, no sólo de las mujeres, sino de sectores importantes de nuestra sociedad. No podemos olvidar que en Puerto Rico muchas mujeres carecen de acceso al mercado laboral o a oportunidades para desarrollar sus empresas o autoempleo. Esa falta de acceso no es fortuita y nace de la visión estereotipada que aún tenemos acerca de las carreras profesionales y los oficios. También de las limitaciones relacionadas con la doble jornada de trabajo, la falta de cuidos adecuados para los niños y niñas, la falta de acceso a buenos servicios educativos y de salud y hasta la falta de un sistema de transportación pública adecuado.
La pobreza no se define de manera simple. Puede ser entendida como privación de la posibilidad de satisfacer necesidades básicas pero también como la privación de los medios para satisfacerlas. En nuestra Isla existen ambos tipos de pobreza.
Sin embargo, no quiero cerrar este comentario sin hacer justicia a la labor de esperanza que se hace en la Isla para erradicar la pobreza. El desarrollo económico con perspectiva de género promovido gracias a la Oficina de la Procuradora de las Mujeres y el desarrollo económico comunitario trabajado desde organizaciones no gubernamentales, ya son parte de un movimiento de desarrollo humano que entiende el factor económico como un instrumento para el pleno desarrollo humano de mujeres y hombres. En ese sentido, muchas de nuestras comunidades están más avanzadas que el propio gobierno y la legislatura que, incapaces de superar los intereses político partidistas, siguen poniendo en jaque el bienestar común.
¿Seguiremos hablando de pobreza? A partir de ahora, la consigna debe ser la de afirmar el potencial de desarrollo de nuestras mujeres y de nuestras comunidades para garantizar el futuro de un país que es de todas y de todos por igual.
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